Els catalans segons el general Pavía

El general M.Pavía, “La Ilustración Española y Americana”, Madrid, 1-3-1873.

BC

El 23 d’agost de 1880, el capità general de Catalunya, Manuel Pavía (el militar que havia enderrocat la República al gener del 1874), va escriure una carta a Antonio Cánovas del Castillo —aleshores cap del govern espanyol— que pretenia ser un informe sobre la situació política del Principat. Malgrat les seues limitacions, el document constitueix un testimoniatge valuós de les condicions polítiques en què es va efectuar el bastiment del sistema polític de la Restauració i ofereix un panorama dels plantejaments del liberalisme oligàrquic.

Un punt de partença era la desmobilització política aparent, que traslluïa el desencís provocat per l’experiència del Sexenni: “...la cifra de los que hacen política en España es muy reducida comparada con la de los que la odian y han perdido por completo la fe, la esperanza y el entusiasmo. Tengo la convicción de que en este país no hay entusiasmo por ninguna forma de gobierno”.

Aqueix cansament convertia l’estabilitat en l’objectiu més preciós i desitjable. Havia estat la divisió interna l’origen dels problemes de la monarquia liberal, com Pavía assenyalava en relació amb una de les forces adversàries del sistema: “no se levantarán jamás los carlistas mientras los liberales no perturben el país. No se ha extinguido este partido, porque jamás han poseído la estabilidad necesaria de las situaciones, y las perturbaciones e insurrecciones han sido constantes”. L’anhel d’estabilització dintre un marc liberal-oligàrquic esdevenia una obsessió, davant el perill d’un nou 68: “tienen las fracciones antialfonsinas la seguridad, fundándose en la tradición, de que los que tienen el deber y la obligación de defender la Monarquía la destruirán...”.

Calia, doncs, acabar amb el recurs al pronunciamiento com a mitjà d’accedir al poder: “los nombres de Espartero, Narváez, O’Donnell y Prim, los juegan los ambiciosos hombres civiles, a los oídos de los incautos generales, para perturbarles la imaginación. La vida de estos señores ha pasado a nuestra vista, y todos hemos sido testigos de la existencia que arrastraban; pero, a pesar de esto, existen todavía inocentes”.

El mecanisme per aconseguir eixa estabilització havia de ser, conseqüentment, l’alternança en el govern de les forces liberal-oligàrquiques: “creo que si Sagasta tiene juicio para esperar y desnudarse de amenazas, el Poder debe entregársele, cuando oportunamente le corresponda; quiero decir, cuando valientemente se presente contrario a las perturbaciones militares.” Per tal que eixa alternança fos possible, calia, però, que els corrents liberals (“Todas las fracciones, porque nunca diré partidos...”) es mostraren capaços de reorientar la seua divisió interna: “si el partido conservador tiene juicio y no se fracciona, como lo han hecho los demás, en el Poder y en la oposición, podrá consolidar y hacer frente a todo lo que ocurra; pero si se subdivide, pasa a la categoría de fracciones y la situación está perdida”.

En aquest context, el conservadorisme esdevenia l’eix de la política restauracionista a Catalunya, perquè els sagastins eren dividits: “están enemistados unos con otros y el carácter débil de Sagasta no los puede arreglar. Rius y Taulet es el hombre de su confianza”. Tampoc la dreta dinàstica estricta, els moderats, no constituïen una alternativa vàlida: “existen unos caballeros particulares que se dan ese título por consecuencia, y más que todo, por aparentar mayor aristocracia, los que están a disposición de usted”. El llarg paràgraf laudatori que Pavía dedica a Cánovas és ben expressiu del paper polític i social reservat al conservadorisme; “es usted una garantía del orden y de la Monarquía, para todos los hombres serios y sensatos. Ha atraído usted a las clases conservadoras. El partido moderado se irá refundiendo en el conservador paulatinamente y lo hará rápidamente, a la más mínima perturbación o insurrección liberal. La gente unionista no la tiene usted a su lado porque no son ministros. No tiene usted masas, pero no las tiene ningún partido, porque pertenecen a los extremos. Pero sí tiene usted esas masas de la clase media, y secretamente, los instintos conservadores de los obreros e industriales, que... tienen miedo a la revolución, porque no ven claramente el orden en ella”.

La situació era propícia perquè, efectivament, el republicanisme era ineficaç pel seu fraccionament i per haver perdut, en bona mesura, el suport dels treballadors (malgrat que, en opinió de Pavía, el federalisme conservava el de “la hez del pueblo”). Quant a l’extrema dreta, no constituïa un perill mentre es mantinguera l’estabilitat: “...el carlismo con sus ideas y banderas no existe; es pura y exclusivamente el disfraz de las aspiraciones locales y sacerdotales”.

Catalunya no representava, doncs, una amenaça imminent per a l’estabilització restauracionista, sinó, més aviat, un possible basament per al conservadorisme, si l’Estat mantenia una actitud sòlida: “Cataluña(...) es una anciana sin vigor ni fuerza revolucionaria, pero(...) conserva la memoria de todas sus calaveradas. Tiene gran fuerza moral y material sobre los débiles, y es servil hasta el infinito con los fuertes(...) Tanto hablar de la libertad y de la República, y tanto servilismo ante la autoridad militar fuerte. Pero(...) cuando se tocan intereses metálicos de oficio(...) entonces tienen desarrollado un sistema de resistencia pasiva descortés, el que es preciso castigar para que obedezcan”.

La desconfiança respecte de la situació social catalana romania, però, malgrat la tranquil·litat aparent. Amb paraules que, contemplades retrospectivament, resulten significatives, Manuel Pavía cloïa el seu informe: “hoy por hoy, este es mi parecer político sobre Cataluña, el que puede variar con facilidad. En este desdichado país, el horizonte es corto, porque los acontecimientos extraordinarios que siempre han ocurrido han destruido los cálculos de los hombres de más talento y más entendidos en la política”.